Tercer día: Tinerhir - Zagora

Y ya por fin llegaremos al desierto, aunque de nuevo es una etapa algo larga, que además decidimos alargar un poco más. Y es que, aunque no nos pilla de camino, la Garganta del Río Todra bien merece una visita. No está muy lejos desde el hotel, unos 20 kms., pero de carretera lenta, rota, y que atraviesa varios pueblos, así que lleva más tiempo llegar allí de lo que esperábamos. No obstante, el trayecto merece la pena, y el destino mucho más.

Según nos vamos acercando, voy tarareando Indiana Jones (ta ta ra taaaa, ta ta raaaa) hasta que Sivlia me dice que, por favor, que pare, que me va a hacer una foto. Yo creo que lo quería era que dejase de cantar, así que cojo la indirecta y pongo cara de foto:

Cruzo el puente roto:

Y entro en la Garganta, propiamente dicha (por esto tarareaba Indiana Jones):

Después de un montón de fotos y algo de video, nos dirigimos de nuevo a Tinerhir, donde realmente empieza la etapa de hoy. Como vamos paralelos al río, nos encontramos sus consecuencias: bonitos palmerales, pueblos que se establecieron donde había agua... pero también carreteras rotas, y muestras de que el río se ha salido de su cauce:

Aunque hemos perdido mucho tiempo con la visita a la Garganta de Todra, ha merecido la pena, y nos ponemos ya rumbo a nuestro siguiente destino: Ouarzazate. El paisaje verde y montañoso ha desaparecido definitivamente, y las curvas prácticamente también. El paisaje es casi desértico, impresionante y sobrecogedor, y el ritmo es bueno. No obstante, más adelante aparecerían pueblos, muchos y muy seguidos, que nos ralentizaron un poco, pero que nos permitieron hacer algunas fotos y tomar contacto con la gente, especialmente con los niños.

Cerca ya de la hora de comer llegamos a Ouarzazate. Es una ciudad grande, donde hay varios estudios de cine, y mucho tráfico. Mi interés en esta ciudad residía en visitar la parte antigua, pero hay tantísima gente por todas partes que decidimos pasar Ouarzazate de largo y seguir hacia nuestro siguiente destino, Ait Benhadou. Es un pueblo que no nos pilla de paso en nuestra ruta, pero que hay que visitar. La carretera que lleva hasta allí está muy rota, y me tengo que salir un par de veces de la carretera para no acabar en el morro de algún autobús que baja enchufado y ocupando toda la vía (que era, como digo, estrecha y rota). El pueblo es una preciosidad, pero hay que verlo desde lejos. Dentro ya no queda nada, aunque se puede visitar, así que lo mejor es quedarse al otro lado para disfrutar de las vistas al pueblo. Comemos en un sitio con muy buena pinta, y no decepciona. Hasta cerveza fría, tenían.

Después de comer, damos un paseo por el pueblo, por la parte nueva, y hacemos unas cuantas fotos:

Ya desde ahí ponemos rumbo a Zagora, el destino final de ese día. Allí pasaremos dos noches, de manera que un día lo podamos dedicar a ir al desierto, que queda unos 60 kms. más allá de Zagora. Son unos cuantos kilómetros, 170 si no recuerdo mal, de bastantes curvas y sobrecogedores paisajes, pedregosos y desérticos. Ya más cerca de Zagora, a unos 80 kms., aparece un precioso palmeral que nos acompaña hasta el final, y es que vamos siguiendo el río Draa. Como siempre que hay agua, hay pueblos, y niños pidiendo cosas.

Una vez en Zagora, empieza la búsqueda del hotel. No es fácil. El pueblo consiste en una calle ancha, de dos carriles por sentido, con bares, hoteles y comercios a los lados, y no vemos el nuestro por ninguna parte. Nota mental para el próximo viaje: conseguir las coordenadas de los hoteles para meterlas en el GPS. Como siempre, aparecen motillos. Muchas. Uno, que si quiero ver su taller, "muy limpio amigo, solo ven y mira". A pesar de que le digo que la moto va estupendamente, me dice que bueno, que me la lava. Sí, hombre, con lo guapa que está llena de polvo y barro. Y otro que se ofrece a llevarme hasta mi hotel. Le sigo, y menos mal, porque no lo habría encontrado en la vida (estaba fuera de Zagora, bastante más allá, hacia el desierto). Le ofrezco dinero y se niega a aceptarlo, pero me pide que visite su tienda (típico) y se ofrece a ser nuestro guía al día siguiente para ir al desierto. Me quedo con su número, y me lo pienso.


El hotel, una pasada. Buena atención, buenas habitaciones (a mis padres les dieron una suite, y todo) y buena cocina. Una piscina enorme, que no llegamos a utilizar, y bonita decoración. Además, tenían wifi. De modo que, como era tarde, una buena ducha, una buena cena, y a descansar.