Era un barco nuevo. Casi lo estrenábamos nosotros. Al contrario del barco en el que hicimos el trayecto de ida, este se abría por la popa y por la proa, de modo que entraríamos por la parte trasera del barco, y ya en Algeciras saldríamos por la delantera. Y el resto del barco estaba también muy mejorado. Para empezar, no había que subir escaleras: una rampa mecánica hacía el esfuerzo por nosotros. Después, unas butacas tan grandes y cómodas que al principio pensé que nos habíamos equivocado de cubierta. Pero no, es que ahora son así. Amplias, de piel, y totalmente reclinables. Además, nos invitaron a una Coca Cola y una tapita, y ya aprovechamos para tomarnos un bocadillo, y así no teníamos que estar pendientes de parar a comer por el camino.