Pero aún debíamos llegar a Chaouen, donde pasaríamos nuestra última noche en Marruecos, así que tuvimos que ponernos en marcha. Volvimos al parking del hotel, donde nos esperaban la Adventure y el Jeep, y Milouda nos ayudó a salir de la ciudad. Como tantas otras veces, teníamos dos posibles caminos para ir a Chaouen: uno más directo, más rápido, y más corto, por el que ya habíamos pasado el primer día cuando íbamos hacia Ifrane, y otro algo más largo, que pasaba por la zona del Rif, y por Ketama, donde se cultiva la mayor parte de la marihuana del país y se produce el hachís. Decidimos ir por este segundo camino, aunque pronto nos dimos cuenta de que íbamos a tardar mucho en llegar a nuestro destino. Era una carretera con muchísimas curvas, muy lenta y con muchísimo tráfico. No obstante el camino es muy bonito, verde y montañoso, y solo nos preocupa el hecho de que se está haciendo tarde. Desde que entramos en la zona de Ketama, desde los márgenes de la carretera te ofrecen hachís de manera más o menos disimulada (haciendo el gesto de llevarse un cigarro a la boca). De hecho, en una parada para descansar y beber un poco de agua, se nos acercó uno con muy mala cara, ofreciéndonos su casa para fumar y dormir. “No, gracias”. Continuamos, convencidos de que ya queda poco, pero la carretera es muy revirada y aunque en línea recta estábamos relativamente cerca de Chaouen, aún nos quedaban muchos kilómetros muy lentos.