Ya estamos listos. Nos despedimos de la gente del hotel y, con Asis en el coche, nos acercamos al pueblo para poner gasolina. Es un pueblo sin gasolineras, de manera que el combustible lo tienen en bidones. Nos quedamos con la sensación de que nos cobran más litros de los que han puesto, sobre todo en el coche, pero entendemos que es parte del precio de encontrar gasolina en un sitio tan remoto, y no discutimos. Además, la gasolina parece de poca calidad, quizá mezclada con agua, y además de seguir engañando al indicador de nivel de combustible, hace que los motores no vayan todo lo finos que debieran.
Después de repostar ya vamos directos a la pista. La pista es buena, con algo de arena en algunos tramos que no presenta ningún problema, y algunas zonas pedregosas. Y el recorrido una maravilla. Vamos todo el tiempo viendo dunas, y a nuestra derecha, además, unas montañas que hacen de frontera con Argelia.